domingo, 28 de noviembre de 2010

La última… ¿y nos vamos?

Pese a que dicha frase podría aplicarse a una de las tantas actividades jocosas de este fin de semana, quisiera dedicarla justo a esta entrada, ya que oficialmente es la última del semestre. No obstante, por supuesto que éste no es un adiós sino un hasta pronto porque si bien ya no será meramente una obligación el escribir en este espacio cada miércoles y domingo, probablemente el siguiente semestre nuevamente haga uso de este medio para comunicar quizás ya no sólo las reflexiones del día, sino cosas un tanto más serias…No, realmente creo que seguiré divagando para el entretenimiento de todos aquéllos quienes gustaban de debatir conmigo tales cuestiones.
Por otro, lado quisiera agradecer por esta actividad que me permitió perderle el miedo al compartir mis ideas con los demás, pues el hecho de dejar que las palabras fluyeran, muchas veces sin sentido, se volvió una actividad mucho más natural y menos forzada.
Finalmente debo despedir a este semestre que ya agoniza, un semestre cuyo pasar me hace empezar a pensar en el futuro y en los años de facultad que tan rápido se han ido. Gracias a todos los que hasta ahora han compartido este camino conmigo, gracias por este especial cierre de semestre y ojalá que los últimos que nos quedan, sean aún mejores.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ceder

Se acerca la última entrada del blog como parte de este semestre y aunque las ideas para escribir también se agotan, la voluntad persiste.
Esta noche sólo quisiera hablar de lo frustrante o enriquecedor que puede llegar a ser el ceder en algún  aspecto de nuestras vidas, pero principalmente en las decisiones que tomamos. Si bien todo el tiempo buscamos imponer nuestra voluntad para satisfacer nuestras necesidades tal y cual nos lo dibujamos en nuestras pequeñas y maliciosas mentes, no siempre el imponer resulta benéfico y por cuestiones de estrategia es más valioso ceder.
Hay veces que el ceder puede traernos beneficios futuros, los cuales de momento no contemplamos pero que posteriormente nos pueden regalar un poquito de felicidad. Un ejemplo de ello es dejar de hacer algo que nosotros deseamos hacer para poder beneficiar a otro. Sin tomar en cuenta las cuestiones del karma y todo ello, tal vez una buena recompensa es ver contento a alguien a quien apreciamos mucho.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Cosas de Niños

Este fin de semana pase de un estado de ánimo por demás pesimista a traer las pilas a todo lo que da aún a pesar de los típicos esfuerzos de finales de semestre.
Y es que comprobé que con el paso de los años vamos perdiendo muchas capacidades que poseíamos de niños y que  ya más grandes nos hacen demasiada falta. Una de ellas es la facilidad con la que los niños se relacionan y pasan un buen rato a pesar de las diferencias con otros. En este punto me pregunto cuántas veces somos incapaces de  convivir con personas con las que supuestamente tenemos diferencias a pesar de la necesidad de convivencia.
También me percaté de que con el paso de los años nos volvemos mucho más temerosos que los niños; ello lo digo porque en muchas ocasiones de pequeños hacemos cosas intrépidas por diversión  (en las que muchas veces la experiencia nos sirve de aprendizaje) y ya de grandes le tenemos pavor a los riesgos, con lo que nuestras posibilidades de aprendizaje se ven reducidas.
Afortunadamente al tiempo que comprobé tales hechos, también me percaté de que es posible retomar aquellas cualidades de niños, y que cuando logramos hacerlo, la vida nos resulta más ligera y placentera. Así, descubrimos que nosotros le damos  cabida o no al niño que llevamos dentro.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

"Stand by"

En medio de una situación que no sólo mantiene embotada mi cabeza  sino el cuerpo en general, últimamente desarrollo mi vida diaria cual buen zombi.
Ya no sé con precisión  si se debe a que el cuerpo está acostumbrado al desgaste físico y mental o es más bien que ello mismo lo ha entumecido y por eso ha dejado de sentir; el caso es que se mantienen en pausa  tanto cuerpo como mente, esperando que las cosas tomen su curso natural. Es el momento del ritual pagano de fin de semestre, el cual entrega en sacrificio nuestros últimos días de clase a los dioses de los exámenes y trabajos finales.
La bacanal no se muestra tan optimista y el ambiente es similar en cada ocasión: todo mundo apurándose a entregar los pendientes, desvelándose y apareciéndose al  más puro estilo de espíritu chocarrero por los pasillos de la facultad.
Resulta interesante que estos últimos días en que muchos alumnos pueden llegar a hacer maravillas con el poco tiempo del que disponen, finalmente tienen una buena recompensa, ya que cuando entregamos el último trabajo, el cuerpo se relaja y se vuelve a sentir esa sensación placentera de tranquilidad.
Finalmente llegan las anheladas vacaciones, las cuales llenan nuestros días de descanso y diversión. Algún tiempo después, se vuelve a extrañar aquella mala vida que tanto nos gusta (y que nos recuerda lo masoquistas que podemos llegar a ser): la de los desvelos frente al monitor  y las carreras por estar al día en la escuela.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Sueños

Retomando un poco las ideas del célebre  Sigmund Freud, nuestras mentes suelen guardar  recuerdos u emociones en el llamado subconsciente, los cuales se pueden reprimir pero que finalmente se reflejan de otras maneras, siendo una de ellas, los sueños.
Más allá de las cuestiones espirituales que pueden entender a los sueños como una especie de  vínculo entre el presente y el futuro en un sentido premonitorio, podemos relacionar a éstos precisamente con lo que nos indica la psicología.
Tomemos en cuenta que los sueños reflejan de algún modo nuestro actuar diario, lo que implica que se relacionan con nuestras emociones  y recuerdos. Muchas veces al soñar, construimos escenarios a partir de recuerdos fugaces de vivencias; es como si cortáramos pedazos de películas  y a partir de su unión, formáramos una nueva que nos parece diferente a las experiencias vividas, pero a la vez familiar.
Así pues, cuando guardamos en nuestro subconsciente imágenes, recuerdos o emociones; éstas pueden manifestarse a través de los sueños, a los cuales de algún modo podemos reconocer como un medio de introspección, ya que justamente nos transportan a esos escenarios olvidados o reprimidos, o nos ayudan a identificar nuestros deseos más ocultos; dicho aspecto es el que retoma el pensamiento freudiano, pues considera justamente que los sueños son un revelador de la mente, una realización disfrazada de nuestros deseos.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Memoria olfativa

Hoy no existen muchos ánimos de escribir, pues la mente se encuentra más agotada que el cuerpo, pero  compartiré brevemente y  entre líneas (o no tanto) una experiencia sensitiva.
Los recuerdos y la memoria se encuentran relacionados definitivamente con la actividad cerebral, pero bien es cierto que existen un sinnúmero de factores que detonan de manera automática nuestra memoria, uno de ellos es el olfato y los sentidos en general.
Es común que asociemos un recuerdo a una imagen o experiencia vivida, pero también lo podemos hacer con un aroma ¿Cuántas veces no hemos recordado algún momento especial cuando por ejemplo, olemos la humedad de la tierra que nos recuerda a la lluvia? Justo el día  de hoy, el aroma de la madera quemándose me recordó mi primer campamento, ¡qué momentos  aquéllos!
En fin, un aroma que queda impregnado en nuestra memoria nos remonta a esos momentos especiales o nos reúne con esas personas que ya no están junto a nosotros. Nos ayuda a revivir momentos y emociones a través de esas sensaciones que sólo nuestros cinco sentidos nos pueden dar, nos permite recordar, y como bien dicen,  recordar es vivir.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Tiempo

Hablar del tiempo y de su concepción requeriría de un análisis por demás amplio y ambicioso, cuestión que no pretendo realizar y que rebasa los límites del presente espacio, por ello y de manera simplista,  se entenderá al tiempo como una construcción social. En este punto me imagino qué sería si las horas no estuvieran formadas por 60 minutos y éstos por 60 segundos y me pregunto a partir de qué fundamentos concebimos a estas medidas de tiempo.
Desafiando un poco a las leyes de la física, es posible afirmar que el tiempo puede ser modificado en términos cualitativos, ¿cómo? Es cuestión de percepción. Si bien quedó establecido  que el tiempo es una construcción social aceptada y generalizada, también involucra cuestiones psicológicas, involucra a la percepción.
Para explicar lo anterior, imaginemos por ejemplo nuestra sensación de cómo pasa el tiempo cuando tenemos prisa o ansias y debemos esperar; cada minuto que pasa parece prolongarse más de lo normal y la espera que dura pocos minutos puede habernos parecido una eternidad. Por el contrario, cuando realizamos algo que nos agrada o estamos en una situación que nos es por demás placentera, el tiempo nos parece pasar demasiado rápido y a veces ser insuficiente.
Partiendo de lo anterior, considero que es bastante aprovechable  el control que podemos tener al respecto al tiempo y que al lograrlo, es posible sacarle mayor jugo a la vida.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Fuego de fósforo

La tarde de ayer me encontraba disfrutando de una agradable charla de café con unos amigos cuando de repente  escuchamos el comentario de que el amor juvenil no es amor. Dicho asunto nos condujo al debate que hoy inspira la reflexión.
 Fue a partir de tal comentario que nos  preguntamos si la frecuencia en la que los jóvenes suelen enamorarse repercute en la calidad de tal sentimiento y con ello en la veracidad de su existencia. Primeramente ante ello entraríamos en el debate que representa el definir qué es el amor, ya que cada uno le da el significado que mejor le conviene, lo que en todo caso convierte en  un intento innecesario el juzgar si una persona lo siente o no.
Por otro lado, desde mi punto de vista, una de las cuestiones que hace bella a la juventud es la ingenuidad y el desenfado con el que se aventura a la vida, sin temor al fracaso (cuestión que con el tiempo nos aterra cada vez más a los seres humanos). En ese sentido, el amor juvenil no entiende de ataduras y suele desbocar el sentimiento llevándolo a niveles que el resto de la vida nos representarán añoranza.
Así pues, aunque el amor juvenil arda y se extinga con la facilidad que lo hace un fósforo, no necesariamente por ello deja de ser real, ya que esto depende de la persona que lo viva; por otro lado, también representa un fragmento del interminable proceso de aprendizaje que en sí mismo es vivir.
Esta obra está bajo una licencia de CREATIVE COMMONS