En una sociedad que se encuentra globalizada, es común darse cuenta que el avance de la tecnología cada vez se acelera más y con ello, los patrones de consumo de la población se van modificando.
Hoy en día, podemos afirmar que la tecnología se ha vuelto en muchas ocasiones indispensable para llevar a cabo cómodamente nuestra vida diaria, sin embargo en otras ocasiones se ha vuelto también un mero lujo que condiciona incluso nuestro estado de ánimo. Con esto último me refiero a que he notado que existen personas que se sienten frustradas si no tienen lo último en tecnología celular, computacional o de videojuegos, etc., ya que se consideran rezagadas o aisladas del mundo actual.
Dicha situación es preocupante, pues muchas veces aquellas personas prefieren satisfacer sus placeres tecnológicos frente a cuestiones más básicas (esto ocurre con más frecuencia entre los jóvenes); por otro lado, el hecho de depender en demasía de la tecnología irónicamente puede aislarnos más –es irónico, pues el objetivo central de este tipo de tecnología es agilizar la comunicación y con ello las relaciones humanas- esto debido a que al basar las relaciones sociales en el uso de aparatos electrónicos, el contacto se vuelve cada vez más impersonal y se va perdiendo, fomentando el individualismo en detrimento de la comunidad.
Con todo ello no pretendo minimizar los beneficios que ha traído el avance de la tecnología, pues yo misma me he beneficiado mucho de ello, más bien quisiera enfatizar la necesidad de combinar el aspecto humano al tecnológico, sin dejar que éstos se contrapongan.

No hay comentarios:
Publicar un comentario