Pues justamente hoy finalizan nuestras ligeras vacaciones de Semana Santa y, digo ligeras porque realmente ni las sentí. El caso es que en mi búsqueda por sacarles el mayor jugo posible a ésas efímeras horas, la verdad es que al final, prácticamente sí me guardé estos días en el tranquilo pueblo de Tlaxcoapan.
Como dejé entrever en mi entrada pasada, las actividades a realizar en aquel lugar eran bastante reducidas y por aquéllos días realmente se concretaban a cuestiones religiosas (cabe mencionar que la procesión tiene un gran poder de convocatoria en el pueblo pese a que es bastante pequeño en cuanto a población). De ese modo, casi todo lo que se podía hacer era degustar comida en la feria del pueblo.
Yo no me hice del rogar y traté de probar la comida típica. Había mucha barbacoa y enchiladas bastante buenas, pero como mi familia y yo íbamos en plan de probar cosas nuevas, nos dejamos sonsacar por la invitación que se nos hizo de probar comida verdaderamente exótica.
Nos ofrecieron toda una variedad de insectos tales como acociles, escamoles y chinicuiles, además de los llamados “aretes” o partes íntimas del cordero que según tenían propiedades afrodisiacas… a ello no tengo más qué agregar, sólo imaginen mi expresión.
Finalmente yo sólo pude probar los escamoles, los cuales son huevos de hormiga cocidos y sazonados que se dan mucho en esta época en Hidalgo. La verdad es que me fui a la cama temiendo vida en mi intestino, pero el sabor no era desagradable.
Con esta anécdota pongo fin a los días de ocio y descanso y a los momentos de guardar… comida exótica en mi estómago.
Ni modo, de regreso a la mina. 22/22 entradas hasta hoy. Saludos
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