Esta noche la reflexión recae en un asunto que hemos estado tratando en clase los últimos días: la relación entre el ser humano y la naturaleza a través del tiempo. Sin embargo, quisiera hacer especial énfasis en la visión que se tenía de dicha relación en la sociedad celta.
Desde el surgimiento de la humanidad, ésta ha dependido de su entorno para sobrevivir. Tanto a nivel individual como grupal, el medio ambiente ha condicionado la forma de vida del ser humano. La concepción de esta relación intrínseca ha cambiado con el tiempo, con la evolución de las estructuras sociales y con la transformación de las necesidades humanas.
En el caso de la sociedad celta, ésta vinculaba estrechamente al ser humano con la naturaleza y lo consideraba como parte de ésta. Así pues, los celtas tenían una concepción divina de su entorno, pues no sólo de él dependían para la subsistencia, sino que además tenían la responsabilidad de salvaguardarlo ya que, hasta cierto punto, era visto como un regalo de los dioses.
En este sentido, dentro de la cosmovisión celta, existían deidades que personificaban fenómenos naturales, tal es el caso por ejemplo del dios Taranis, que representaba al trueno o el dios Lug, dios de las cosechas y la fertilidad. Otros elementos naturales como los arroyos, lagos, fuentes y árboles fueron también incorporados a la religión celta.
Así pues, el control de la naturaleza tenía una connotación divina, a la cual se le rendía culto y respetaba, de manera que la satisfacción de las necesidades de tal sociedad, no pretendía rebasar los límites naturales, visión que evidentemente ha dejado de permear en la mayoría de las sociedades actuales y ha conducido a graves problemas medioambientales y de desarrollo.
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