Este fin de semana dieron inicio nuestras sumamente breves vacaciones de Semana Santa y, a estas alturas, ya tengo dos confesiones por hacer. Sí, ya sé que es muy pronto para empezar a destaparse de las maldades vacacionales, pero la verdad es que ya hay algunas cosillas para compartir.
La primera de ellas es que me quejo amargamente de que nuestras vacaciones duren únicamente una semana, cuando usualmente, en la época en la que éramos pequeños, nos daban dos deliciosas semanas. Seguramente pensarán que caigo demasiado en la flojera y, no es que no me haga falta tal tiempo para recargar las pilas, pero en esta ocasión más bien creo que me hará falta para aprovecharlo en “ñoñerías” porque hay bastantes pendientes por hacer.
Debido a mi acelere mental, hoy compartí una experiencia bastante peculiar con una de mis primas, que trae una cuestión que a veces raya en lo hippie. Ella me comentaba que quizás lo que me hacía falta era un poco de paz espiritual para que mi mente también se relajara; así que, según ella, realizamos un viaje astral.
La sensación no fue para nada desagradable, por el contrario, sentí que el cuerpo se relajaba totalmente y logré poner mi mente en blanco por algunos instantes, cosa que no había experimentado ya desde hace un buen rato.
Creo que dicha experiencia puede variar de persona en persona, pero en general fue una vivencia agradable, que mi ocio (el culpable de casi todas mis actividades bizarras) me permitió alcanzar, ya que probablemente en circunstancias diferentes, habría actuado de manera escéptica.
En fin, una actividad recomendable para relajarse en estos días.

No hay comentarios:
Publicar un comentario