domingo, 20 de marzo de 2011

“Más allá del Mar de la Muerte, yace la raza de Hibernia…”

Es así como versa una de las frases emblemáticas que me han llamado más la atención de John O’Beirne Ranelagh en su obra titulada “Historia de Irlanda,” fuente de los nuevos conocimientos sobre aquel país que esta noche quisiera compartir.
Dicha frase nos remonta a la época prehistórica de la Isla, cuyos secretos fascinaban a los viajeros griegos y cartagineses que describían a la población, ya para entonces (siglo IV a. de C.) mayoritariamente celta. Cabe mencionar que se cree que los Celtas provenían de tierras cercanas al Mar Caspio y que tenían ciertas semejanzas en tradiciones, lengua y leyes con los hindúes; además, lograron asentarse en tierras españolas y francesas, pero al momento de la caída del Imperio Romano y las invasiones de godos y vándalos, la identidad celta se fue diluyendo entre las  culturas de los invasores en aquellos lugares.
No obstante, debido en gran medida a la distancia que separaba a la Isla de la parte continental en donde se estaban dando dichos acontecimientos, las tradiciones celtas pudieron perdurar de una mejor  manera. De esta forma, en Irlanda o Erin, como era conocido el territorio por tal población, los celtas buscaban la permanencia de sus conocimientos y religión (de la que se conocen unos 400 dioses y que da bastante peso al papel de la naturaleza en la vida del hombre), mediante la transmisión oral de sus sagas, leyes y relatos, base justamente de la memoria histórica que por tradición mantienen los irlandeses.
Los transmisores de tales conocimientos, conocidos como sabios, eran los llamados druidas, quienes estudiaban durante veinte años dichos relatos  y prácticas religiosas de su pueblo para poder instruir a  generaciones futuras.
Y a manera de conclusión de esta breve introducción a la historia antigua de Irlanda, es importante agregar que,  a pesar de la llegada del cristianismo y con él de la escritura, la cultura celta y su lenguaje, el gaélico, han permanecido hasta tiempos modernos, siendo de hecho esta lengua, la lengua vernácula más antigua de Occidente.

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